Para efectos de esta historia mi nombre es Consuelo, tengo 30 años y soy periodista.

El primer trago lo tomé a los 16, 17 años. Mi mamá siempre generó un ambiente de confianza, con reglas y todo, pero nos decía: si quieren fumar o tomar, pueden hacerlo pero que sea una decisión informada, no me escondan cosas, confianza ante todo.

Al comienzo tenía un consumo muy normal, de hecho no tomaba pisco, sólo sour.

Iba a un colegio tradicional, allá todas tomaban harto, como media promo cada una.

Cuando entré a la U, empezó el carrete con más frecuencia. Tomaba pisco, pero siempre pensando que lo podía controlar y que como era 100% social no había gran problema.

Desde que mis papás se separaron, asumí la responsabilidad de mi hermano menor. Estaba muy atenta a las cosas que él hacía, me preocupaba, aunque igual sentía rabia hacia él. Nos llevábamos pésimo.

El se hizo adicto a la marihuana y cuando se internó en un tratamiento de adicción, fue como sacarme un peso de encima. Pensé:- ahora voy a hacer lo que yo quiera y vivir como yo quiera-. En ese momento aquello de que la enfermedad tiene un componente genético no fue tema para mi. Y eso que mi padre y mi hermano mayor tenían también problemas con el alcohol.

Consumí marihuana un tiempo, a todo dar como 6 meses cuando tenía 21, 22 años,  pero la dejé por que encontraba que me hacía muy mal mezclada con el copete.

A los 24 ya estaba tomando todos los días

Antes de entrar a tratamiento tomaba todos los días, incluso lo hacía sola, a escondidas. Cuando salía podía quedar arriba de la pelota o derechamente curá, mal. Me estaba quedando la embarrada en la universidad, salía a carretear en vez de estudiar.

Era una forma de evadir lo que pasaba, lo que sentía o no quería sentir.

Hubo gente que se alejó de mi, por las conductas que tenía cuando tomaba.

Me cargaba lo que hacía y en lo que me había convertido.

Quería hablar de esto pero no lo hacía, esperaba que alguien se diera cuenta de lo mal que estaba y que hiciera algo. Pero en realidad yo no decía nada.

Hasta que me tomé un montón de pastillas!!!

Mi mamá me llevó intoxicada a la clínica. Salí con el estómago lavado y con el diagnóstico dado por el Dr.  Schilkrut: tenía que internarme.

Mi respuesta fue: si!!…por favor!

Me interné y la vida me cambió radicalmente. No sabía que la vida podía ser así de buena. Añoraba mejorarme, tenía claro que estaba enferma, que era alcohólica.

Con el tratamiento aprendí las cosas más importantes de mi vida…que nada que te vaya a hacer sentir bien es fácil, lo que te cuesta es lo que valoras, si no entregas todo no puedes esperar que la gratificación sea grande.

Con el alcohol evadía las situaciones que me hacían sentir, no sabía diferenciar los sentimientos, no sabía si lo que sentía era rabia o pena, aprendí con el tratamiento que eran distintos.

¡Hoy soy mucho más fuerte! estoy plena, se me ve feliz, me despierto sonriendo. Canto y bailo, antes andaba siempre súper depre, ahora no. Demuestro alegría…lo paso bien!. Tengo planes, metas.

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